Cuando Diogo Barbosa fue contratado para trabajar en una obra de construcción para el metro en Río de Janeiro, no pensó mucho en el camino que lo llevó desde las calles de un barrio pobre de Río al lugar de trabajo de un empleo formal bien remunerado. Tampoco pensó en las habilidades que había adquirido a lo largo de su vida, y cómo éstas habían sido clave para su éxito. Él estaba más bien enfocado en aprovechar al máximo la oportunidad que se le presentaba en ese momento. Diogo es uno de esos empleados con el que los jefes están felices. Él siempre llega a la hora al lugar de trabajo, y se queda, con frecuencia, hasta más tarde cuando es necesario. De acuerdo con el supervisor de obra, nunca deja pasar una oportunidad de aprender una nueva habilidad, toma la iniciativa para ayudar a otros en el trabajo, es conocido por resolver problemas complicados, y sus compañeros a menudo recurren a él en busca de ayuda.